La historia que traemos hoy a la Estirpe del Lobo surgió gracias a una publicación de un amigo, en la que se citaba a Chesterton y su famosa sentencia: “Llegará el día en que será preciso desenvainar una espada para afirmar que el pasto es verde”. Y Es que en esta época de posmoderna, en al que la verdad no importa y sólo importa el relato, el relato de “víctima” parece cobrar protagonismo en redes sociales, donde legiones de ofendiditos claman “por su verdad” y niegan que agua moja. Pero esto es otra historia. La cuestión es que al leer la frase de Cherterton recordé que dicho duelo ya se había producido. Y si bien no fue exactamente el color verde del pasto lo que lo motivó, si que las razones para aquel cruce de espadas se aproximaba bastante, pues la discusión vino motivada por una discrepancia en los arreglos florales del jardín. Cuestión, que como se pueden imaginar, era de vital importancia para las cortes europeas del siglo XIX. Pero lo que hace interesante el duelo no son los motivos que llevaron al cruce de las espadas, sino sus protagonistas: una princesa y una condesa.
