La Carga de los Caballeros Alados.
Hoy queremos hablar de la carga de caballería que inspiró a Tolkien para la famosa carga de los rohirrim en los campos de Pelennor, frente a la ciudad del Minas Tirith. La defensa de aquella ciudad, en El Señor de los Anillos, marca el punto de inflexión de la historia, el momento en el que el mundo de los hombres vence al Orco y la oscuridad. Bien, pues la batalla en la que se inspiró Tolkien y la carga de caballería no fue menos relevante para la historia de Europa. Si bien, aquí, no sabría quién era el orco y quien el hombre, quien representaba la luz y quien la oscuridad.
En el anterior capítulo de la Estirpe del Lobo, hablamos de las Termópilas españolas, el famoso asedio otomano a Castelnuovo, cuando Carlos V, al frente de la Liga Santa, luchaba en solitario contra el avance turco en el Mediterráneo. Y es que fue el Imperio Ruso y el Imperio Español quienes evitaron que los Otomanos de Solimán el Magnífico, se hicieran con el control absoluto del Mediterráneo. Especial importancia tuvo la batalla de Lepanto (1571), terrible batalla naval que puso fin al avance turco en el Mediterráneo e incluso les obligó a retirarse y perder algunos de las plazas marítimas conquistadas. Sin embargo, en el siglo XVII, la situación era diferente. El peso de la lucha había desgastado a los Imperios Ruso y Español, y agotado a Venecia. La estrategia de franceses e ingleses para debilitar a España y Rusia estaba dando resultado. Al no arrimar el hombre en la lucha y centrar sus objetivos en los territorios de ultramar, obligando, sobre todo a España, a desplegar un doble esfuerzo naval: en el Mediterráneo contra los turcos y en América y Asía contra el pirata inglés, estando Rusia también sola en la defensa de su inmenso territorio, Inglaterra logró una posición de fuerza, que junto con sus aliados luteranos del centro y norte de Europa, marcó el declive de España -y más tarde Rusia -como imperio y el auge del “imperio anglosajón”, cuya hegemonía se extiende hasta nuestra época, donde hay señales de su lenta pero inexorable decadencia.