Se dice que en la década de los cincuenta, poco después de acabada la II Guerra Mundial, los rusos reclutaron a cinco voluntarios condenados a los terribles gulags, aquellos siniestros campos de concentración soviéticos en los que encerraban a los opositores a Stalin, para un macabro experimento de privación del sueño.
Al parecer, los científicos rusos habían logrado acabar la formula de un gas que habían investigado los nazis para lograr estimular a los soldados al punto que éstos no precisaran descansar.
El objetivo era probar durante un mes los efectos del gas en los seres humanos. Para ello, a los “cinco voluntarios” se les encerraría en una habitación, controlados mediante ventanales y micrófonos, exponiéndolos constantemente el gas experimental.
