Una batalla que casi nadie conoce y que ni tan siquiera aparece en los libros de historia de secundaria o bachillerato, pero que marcó los destinos de Europa y que se recuerda en todo el mundo, salvo en el país que la protagonizó.
Vayamos al contexto: estamos en el siglo XVI y dos grandes potencias se disputaban la hegemonía en el Mediterráneo, el Imperio Otomano del sultán Solimán el Magnífico y el Imperio Español con el emperador Carlos V al frente, quien forzó la creación de la Santa Liga, en la que únicamente participaban la República Venecia, Los Estados Pontificios y el propio Imperio español. El resto de los reinos europeos miraban para otro lado. En especial germanos, franceses e ingleses esperaban que el conflicto debilitara al Imperio Español para así abalanzarse como buitres sobre la carroña que quedara tras la guerra. Hay que reconocer, que en esto no se equivocaron.