En el mundo del Vaticano, el arzobispo Paul Marcinkus fue una figura polarizante. Algunos lo veían como un defensor infatigable de la iglesia, mientras que otros lo consideraban un hombre corrupto y peligroso. Pero lo que es cierto es que su nombre siempre estuvo asociado con algunos de los mayores escándalos del Vaticano en las últimas décadas del siglo XX.
Nacido en Cicero, Illinois, en 1922, Paul Marcinkus era hijo de inmigrantes lituanos y creció en una familia católica devota. Después de completar sus estudios en la Universidad de Loyola, ingresó en el seminario y fue ordenado sacerdote en 1947. Al año siguiente, viajó a Roma para continuar sus estudios en derecho canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana. Fue allí donde conoció al hombre que cambiaría su vida: el cardenal Giovanni Battista Montini, quien más tarde se convirtió en el papa Pablo VI.
Montini se convirtió en mentor de Marcinkus, y lo nombró como su secretario personal en 1955. A lo largo de los años, Marcinkus se ganó la confianza de Montini y se convirtió en un hombre de confianza dentro del Vaticano. En 1969, el papa Pablo VI lo nombró presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano. A partir de entonces, Marcinkus se convirtió en una figura poderosa dentro de la Santa Sede.