¿Y las ovejas? El lobo no ha llegado aún a nuestros montes y sierras, algún día lo hará, no tengan duda de ello. Por aquí tenemos a los jabatos y a las cabras. Nuestra ovejas, las pocas que quedan en los pueblos, no tienen un depredador natural como podría ser el lobo, pero tienen a un par todavía peores: los gobiernos de Madrid y Sevilla, que no han pisado ni un metro de tierra en estos campos, cuando no los llevan en coche, con merienda y cerveza bien fresquita. Tengo un tocayo, y además amigo, jubilado del cuerpo verde, que no está por la labor de dejar sus tierras, las que fueron de sus padres y abuelos. Y ahí lo tienen ustedes, navegando entre la burocracia de los políticos, regando sus cuatro tahúllas, recogiendo las cuatro naranjas, cuando no se las roban, vareando las almendras o peinando los olivos para que le den un tanto por ciento de aceite que casi no merece la pena. Sus limones dan un sabor a los cubatas especial. No se lo creen, peor para ustedes.
Me contaba el otro día que, a un vecino, que siembra una patata riquísima, le han retirado de la tierra más de un caballón. Le han quitado trabajo, con lo duro que es recoger patatas, se dirá el señor Martín, don José María, responsable de que los chorizos no se apresten a llevarse del campo el esfuerzo de estos hombres, naranjas, patatas, olivas… No son los lobos los que acaban con sus beneficios, son las leyes de estos inútiles que tenemos como políticos vendidos a clanes y contubernios verdes. No quieren que nos sentemos en las puertas de las casas, otra prohibición más, cuando lo que no quieren es que veamos a los chorizos campar con total libertad por pueblos y ciudades.