Una madre amenazante con cola de madera y ojos de cristal. Una muchacha que vive justo en el borde del mundo. Un pez de juguete al que le gustaría ser real. Los relatos que componen este libro, entre los que destaca La otra madre, son vagamente fantásticos y perturbadores, a pesar de haberse entendido, en gran parte, como cuentos para niños. Muchas de las historias contienen recovecos entre los que se esconden entradas y ventanas a un mundo perceptiblemente más inquietante, más amenazador, más mágico. Son cuentos que invitan a la reflexión, pero que no la concluyen, sino que sirven de inspiración, o como guía, para que quien los lea pueda seguir la línea del pensamiento. Sutiles, casi leves.
La otra madre fue una de las inspiraciones de Neil Gaiman para escribir Coraline, que fue adaptada al cine en 2009 por Henry Selick.
Las ciudades invisibles se presentan como una serie de relatos de viaje que Marco Polo hace a Kublai Kan, emperador de los tártaros… A este emperador melancólico que ha comprendido que su ilimitado poder poco cuenta en un mundo que marcha hacia la ruina, un viajero imaginario le habla de ciudades imposibles, por ejemplo una ciudad microscópica que va ensanchándose y termina formada por muchas ciudades concentricas en expansión, una ciudad telaraña suspendida sobre un abismo, o una ciudad bidimensional como Moriana… Creo que lo que el libro evoca no es sólo una idea atemporal de la ciudad, sino que desarrolla, de manera unas veces implícita y otras explícita, una discusión sobre la ciudad moderna… Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades.