Vivimos tiempos extraños, tiempos en los que parece que no se deba pensar para no ofender a los tontos, parafraseando a Dostoievski. Y es que en la sociedad de la información y el conocimiento, estamos asistiendo a un retorno a la superstición y las teorías de la conspiración, con toda la paranoia y peligros que eso conlleva. Ya no importa la verdad, sólo llevar la razón. Y la razón misma se ha convertido en la suma de likes en redes sociales. Grupos de fanáticos religiosos y políticos se organizan en Telegram y WhatsApp para orquestas campañas en descrédito e insultos en Twitter y otras redes sociales. Trolls se ha convertido en una profesión de éxito bien remunerada y las granjas de bots plagan internet con comentarios hirientes y provocadores, buscando sembrar la división, el conflicto y dar notoriedad a la mentira. Estos son los tiempos en los que vivimos. Tiempos en los que tenemos más información y acceso al conocimiento que nunca antes en la historia. Y sin embargo, tiempos que nos están haciendo cada vez más ignorantes, cobardes y fanáticos. Sólo así se explica la proliferación de grupos que defienden que la tierra es plana, que Chile en realidad no existe o que las aves tampoco son verdad. O al menos, no todas, porque según las últimas teorías de los conspiranoicos, las aves son en realidad drones creados para controlar y vigilar a la población.
