Una figura histórica se ha ido erigiendo de forma casi unánime como un inusual modelo de conducta tanto para Oriente como para Occidente a lo largo de los ocho siglos transcurridos desde la reconquista de Jerusalén por parte de los musulmanes en 1187. Se trata de Al-Malik al-Nasir Salah al-Din Abu’l Muzaffar Yusuf ibn Ayyub al-Tikriti al-Kurdi, al que sus padres le dieron por nombre propio de nacimiento José (Yusuf en la forma coránica del personaje bíblico) pero que ha pasado a la historia como Saladino (1137-1193), la corrupción latina de uno de sus títulos honoríficos: Salah al-Din, que significa “rectitud de la fe”.
