Rubens nació en Alemania simplemente porque su padre se había visto obligado a huir de Flandes a causa de un desliz de alcoba con la prìncesa Ana de Sajonia, esposa del gran estatúder y líder holandés Guillermo de Orange. Convertido al catolicismo tras su regreso a la patria paterna, el joven Peter Paul alternó durante su infancia la vida en la corte como paje de la condesa de Ligne-Arenberg con las primeras lecciones de pintura en los talleres de Amberes. De ambas experiencias aprendió a desarrollar sus dos grandes actividades futuras: cortesano y pintor, uno de los mejores de todos los tiempos.
El gran sueño de todo pintor de la época era trasladarse a Italia, y Rubens lo hizo en 1600. Tres años después, su amigo y protector el duque de Mantua le encargó su primera misión diplomática en Valladolid, en la corte de Felipe III y del poderoso valido Duque de Lerma, a quien agasajó con el retrato ecuestre actualmente conservado en el Museo del Prado.