La dictadura impacta el arte a través de la censura y el control, promoviendo una cultura oficialista y suprimiendo obras y artistas críticos. Esto genera una doble tendencia: por un lado, se censura el arte que critica el poder o la realidad social, y por otro, se fomenta un arte oficialista que evita temas conflictivos. Sin embargo, los artistas reaccionan con estrategias de resistencia, como el uso de metáforas y simbolismos, el arte de exilio, o la utilización de la figura humana y objetos cotidianos para representar la opresión, la ausencia y la memoria.





































