Procusto era un personaje de la mitología griega que ofrecía posada a los viajeros, a quienes obligaba a acostarse en una cama de hierro, donde, si eran más largos que la cama, les cortaba la parte sobrante de las piernas, y si eran más pequeños, los estiraba, descoyuntándolos, hasta que calzaran con el espeluznante catre. Esta leyenda, con sus varias versiones en las que cambian algunos detalles, es una formidable expresión de la mentalidad idiota; palabra que viene del griego idios, que significa lo propio, es decir, idiota es todo aquel que ve sólo lo propio y nada más. El idiota desecha todo lo que no encaja con su miope visión. No sólo es una visión pobre, sino ridícula, porque pretende ser la medida de todas las cosas.
Con gran desazón constato cómo nuestra sociedad chilena se encuentra infectada con este síndrome. Situación que me afecta tanto en el ámbito personal como social. En lo personal, porque he dedicado mi vida a la enseñanza principalmente en la universidad y, si hay algo de lo que me precio, es de considerarme un académico. Esto significa para mí haber incorporado un pensamiento analítico o crítico para aplicarlo a las vicisitudes de la vida cotidiana; en otras palabras, que para mí los argumentos son fundamentales. Si he defendido una tesis durante años y viene alguien con argumentos mejores que prueban lo contrario a lo que yo pensaba, no me queda más que reconocer el error y cambiar.