¡Las torrijas, ese delicioso manjar! En las entrañas de la historia culinaria, estas exquisitas tostadas empapadas en leche y endulzadas con el néctar dorado del azúcar, han cautivado los paladares a lo largo de los siglos. Su rica tradición se remonta a tiempos ancestrales, donde la sagacidad de los romanos y la sofisticación del siglo XV danzaban en el mundo de los sabores.
El pan mojado en leche y endulzado fue ampliamente conocido en la Europa medieval con los nombres de «suppe dorate,» «soupys yn dorye,» «tostées dorées» o «pain perdu» en Francia, que dio «payn purdyeu» (pan perdido) en Reino Unido. Tal y como Martino da Como, el célebre cocinero y escritor italiano del siglo XV, registró en sus escritos, este pan jugoso era servido con aves de caza y otras carnes, deleitando los paladares más exquisitos de la época.
Según algunos lingüistas, la palabra «soup» o «suppe», de donde deriva el término “sopa”, se referiría originalmente a la rebanada de pan que ha sido sumergida en un líquido. Un acto de magia culinaria que transformaba el pan endurecido en una delicia jugosa y sublime, que en Estados Unidos dio origen a las populares “tostadas francesas”, que incluso tienen un día nacional, el National French Toast Day, que se celebra cada 28 de noviembre.
Ya en el siglo XV, las torrijas, más parecidas a tal y como las conocemos ahora, comenzaron a deleitar los sentidos y las mesas. Estas pequeñas delicias de pan duro, generosamente empapadas en huevos batidos, leche y azúcar, se empleaban como manjar reparador para las parturientas tras el parto. Un néctar de la naturaleza que confería el anhelado alivio y propiciaba una pronta recuperación.
