Habemos Papam.
El mismo jueves en el que hablamos acerca de la historia de los Cónclaves, llegaba la noticia tan esperada por el mundo católico: fumata blanca. Se acababa de elegir al Nuevo Santo Padre, que debía sustituir la Papa Francisco al frente de la Iglesia de Roma. E inmediatamente surgían las preguntas más obvias y que se responderían en los siguientes minutos: ¿quién era el elegido? ¿qué nombre elegiría para su pontificado? Esta última era quizás la más presente en la mente de todos, pues la elección del nombre se considera una propuesta de carácter ideológico. Con la elección del nombre el nuevo Papa indica la dirección que quiere para la Iglesia Católica bajo su mando. Pero también, surgieron muchos y diferentes rumores acerca de su elección. Por supuesto, todas estas informaciones están sin confirmar, pues las deliberaciones de los Conclaves son secretas. No obstante, la lógica nos permite dar bastante credibilidad a algunas de estas supuestas filtraciones.
En primer lugar, conociendo un poco la realidad del Vaticano y la Iglesia, el llamado Partido curiado o de la Curia, algo así como el sector más tradicional -que no necesariamente conservador -y que se considera como la facción que ha contralo el Vaticano desde hace siglos, gracias a que posee mucha información, influencia y poder. Éste partido de la curia quería al Secretario de Estado del Vaticano, monseñor Pietro Parolin, el equivalente a un primer ministro al frente de la Iglesia Católica. Uno de los puntos a su favor es su férreo control de las instituciones vaticanas, el conocimiento de los entresijos del Estado Vaticano y su experiencia en el campo de las relaciones internacionales. Al fin de cuentas, todos los nuncios vaticanos, algo así como los embajadores plenipotenciarios de la Santa Sede, están bajo su dirección.