Siete curiosidades de la Navidad.
1. El porqué de los árboles de Navidad
El origen del árbol de Navidad se remonta a la época de la evangelización cristiana en el norte de Europa. Los primeros cristianos observaron que los nativos celebraban el solsticio adornando un árbol de fresno, conocido como Yggdrasil, que simbolizaba el universo. Existiendo además, la costumbre durante estos días, conocidos como fiesta de Yule, de guardar una árbol en casa como símbolo de la preservación de la Naturaleza.
Con la conversión al cristianismo, este árbol fue incorporado a la celebración del nacimiento de Cristo, pero con un significado transformado.
Se cree que San Bonifacio, en el siglo VIII, reemplazó el árbol Yggdrasil con un pino, elegido por su carácter perenne, representando así el amor eterno de Dios. Aquí es también dónde cobra especial protagonismo la expresión “plantar un pino”. Además, empezaron a adornarlo con manzanas y velas, que representaban el pecado original y la luz de Cristo. Sin embargo, esta tradición no se popularizó hasta más de un milenio más tarde, por cuestiones obvias: la vida no estaba para tirar y las manzanas mejor se las comían y las velas eran bastante caras.
A España esta tradición no llegaría hasta 1870. Cuando una princesa rusa colocó en plena calle un árbol de Navidad en Madrid. Concretamente, fue la aristócrata Sofía Troubetzkoy, hija legítima del Zar de Rusia y casada con un noble español. Lo colocó en la calle Alcalá, donde está ahora el Banco de España, cerca de la Plaza de Cibeles.
2. Las telerañas y la Navidad en Ucrania
En Ucrania, existe una peculiar tradición navideña que consiste en decorar los árboles de Navidad con telarañas y esconder una araña entre las ramas. Esta costumbre, que data del siglo XIX, tiene su origen en una leyenda sobre una viuda pobre que no podía permitirse adornos navideños. Según la historia, las arañas tejieron una telaraña en el árbol de la viuda, que por la mañana se transformó en hilos de oro y plata. Aunque las versiones varían según la región, los elementos comunes incluyen a la viuda, el árbol, las arañas y la telaraña mágica. En la actualidad, los ucranianos siguen esta tradición, creyendo que encontrar la araña escondida trae un regalo adicional, suerte durante todo el año o el privilegio de abrir los regalos primero.
3. Los 13 Yule Lads, los «Papá Noel» islandeses
En Islandia, la Navidad tiene un toque mágico y único gracias a los Yule Lads, unos personajes fascinantes del folklore local. Estos personajes son en realidad 13 traviesos trolls, cada uno con su propia travesura, que visitan a los niños desde el 11 hasta el 24 de diciembre. En lugar de ser temidos, ahora dejan regalos o, para los más traviesos, una patata en los… bueno, ya se lo pueden imaginar. No obstante, si los niños han sido muy muy malos, entra en escena la madre de los 13 trolls, Gryla, una ogra que cocina a los niños desobedientes, y su gato gigante Jólakötturinn, el ‘Gato de Navidad’, un ser que acecha a aquellos islandeses que no estrenan ropa nueva en nochebuena.
4. ¿Por qué nos besamos bajo el muérdago en Navidad?
El muérdago, esa plantita que vemos colgada en las puertas durante Navidad, tiene una historia un tanto singular. En tiempos antiguos, era un emblema de paz para los escandinavos, que empleaban para declarar treguas o sellar matrimonios. Curiosamente, esta tradición llegó a España y evolucionó de tal manera que, en siglo XVIII, un beso bajo el muérdago se interpretaba prácticamente como una propuesta matrimonial, especialmente si ocurría en Nochebuena. Además, se empezó a colgar en las entradas de las casas (lugar donde nos presentamos con besos y abrazos al entrar), con un fin no solo decorativo, sino también como amuleto contra la mala suerte durante el año. Al llegar el día de Santa Lucía, el 13 de diciembre, se quemaba el muérdago del año pasado, renovando así la protección y la buena fortuna.
5. «La cabra de la Navidad» en Suecia
En la ciudad de Gävle, al sur de Suecia, se erige cada año la Cabra de Gävle, un símbolo navideño que data de 1966. Esta tradición, que comenzó para atraer compradores en la temporada festiva, ha crecido hasta convertirse en un evento anual impresionante. La cabra, de 13 metros de altura y tres toneladas de peso, se construye con 1.200 metros de pinos suecos y requiere unas 1.000 horas/persona de trabajo. Sin embargo, su supervivencia hasta Año Nuevo siempre está en duda, ya que ha sido víctima de travesuras como incendios y atropellos. Para protegerla, se han tomado medidas de seguridad e incluso se transmite en vivo por internet.
¿Y por qué una cabra y no un reno u otro animal? Pues la asociación viene por el nombre finés de Santa Claus: Joulupukki, que literalmente significa “cabra de Navidad”. No obstante, no hay un claro consenso al respecto, porque la palabra finesa «pukki» proviene de la palabra sueca «bock», que significa tanto «ciervo» como «macho cabrío». Además, existía también la figura tradicional, hoy relegada al olvido, de los Nuuttipukki es la palabra finesa con la que se designa a unos hombres vestidos con pieles de animales y máscaras con cuernos de cabra solían salir y recorrer casa por casa asustando a la gente en busca de las sobras de la comida navideña. Una tradición, que por cierto, nos recuerda a otras muchas del norte de España, como la de los Joaldun’ esos personajes del folklore tradicional vasco, originario de los pueblos navarros de Ituren y Zubieta que anuncia la llegada del Carnaval agitando sus cencerros (joareak o joaleak) en la última semana de enero.
6. Ni una escoba en las calles de Noruega
En Noruega, según una antigua leyenda, se cree que en Nochebuena, las brujas y otros espíritus malignos andan en busca de escobas para surcar los cielos. Por eso, los noruegos tienen la costumbre de esconder sus escobas antes de irse a la cama, evitando así que estos seres nocturnos se las lleven. Incluso hay quienes llevan esta tradición un paso más allá, disparando al aire como advertencia para mantener a raya a estos espíritus traviesos. Lo más curioso de todo es que, incluso hoy en día, muchos noruegos siguen fielmente esta costumbre.
7. Pollo del KFC: el Sabor Tradicional de la Nochebuena en Japón
En Japón, la Navidad tiene un sabor único, marcado por una tradición culinaria inesperada: comer en KFC. «Kurisumasu ni wa kentakkii» (Kentucky para Navidad) es un eslogan que ha resonado en la cultura japonesa desde una ingeniosa campaña de marketing lanzada en 1974. Esta campaña transformó el pollo frito de KFC en un plato esencial de la cena navideña japonesa, una alternativa a los platillos tradicionales occidentales que eran difíciles de encontrar en Japón en esa época.
Hoy en día, la tradición sigue siendo increíblemente popular. Las familias japonesas hacen cola o reservan con meses de antelación para asegurarse de que puedan disfrutar de su «pollo navideño» en Nochebuena. De hecho, KFC Japón registra sus mayores ventas anuales en esta fecha, evidenciando el impacto duradero de la campaña publicitaria.
