Patones de Arriba ha desafiado con firmeza el transcurso del tiempo, manteniéndose incólume e inalterable ante los embates de la historia. Aislado del tumulto del mundo exterior, este rincón ha ostentado incluso su propio «rey» (una suerte de liderazgo hereditario) hasta el siglo XVIII. El resultado de tal aislamiento es un rincón mágico, donde el tiempo parece haberse detenido. Una aldea diminuta que encarna a la perfección la estampa de la «arquitectura negra» propia de la región, con sus calles serpenteantes y sus casas rurales de pizarra. A lo largo de las últimas décadas, la mayoría de los residentes ha descendido hacia Patones de Abajo, un asentamiento creado en la década de 1940. Consecuentemente, el núcleo antiguo se ha transformado en un epicentro turístico, transformándose en un espacio poblado por casas rurales, restaurantes de tradición, boutiques ecológicas y talleres que celebran una gama de habilidades artesanales. Entre estos emprendedores, muchos son urbanitas bohemios que decidieron, en algún punto de sus vidas, desvincularse de las urbes y abrazar este estilo de vida. Por todas estas razones, Patones de Arriba se corona como la joya pintoresca de Madrid, un oasis perfecto para desconectar durante una escapada de fin de semana.
