Las prótesis dentales son tan antiguas como el hombre. De Hecho, en yacimientos neolíticos encontramos restos de implantes dentales. Habitualmente post mortem. Es decir, reutilizados de cadáveres. Ésta práctica continuó durante milenios. La cultura estrusca destacó mucho en lo que a los avances dentales y las prótesis se refiere. Y ya en fechas muy cercanas, en el siglo XVIII, encontramos a la reina española María Luisa de Palma tenía falta de dientes, algo bastante habitual en la época. Si bien, era más evidente entre la plebe, ya que la aristocracia solía reponer las piezas perdidas con dientes de porcelana, como hiciera su Alteza Real María Luisa de Palma.
Y es que cada época y cultura intentaba dar una respuesta a la pérdida de piezas dentales, según sus recursos técnicos e ideal de la belleza. Fenicios y griegos parece que fueron los primeros en usar dientes de oro, pero dado su coste, también usaron dientes hechos con hueso, marfil e incluso madera. Prácticas que heredaron los romanos y que aunque decayó bastante en el medievo, se siguieron empleando.